¿Difiere la enfermedad de Alzheimer de una persona a otra?

22 Jun

La evolución clínica es más desfavorable cuando los pacientes tienen historia depresiva previa, enfermedad vascular cerebral o mantienen muy poca relación social.

La enfermedad presenta diferencias de una persona y otra. Las diferencias dependen tanto del individuo como del proceso.

1. Se consideran rasgos diferenciales que dependen del sujeto:

I. La personalidad del enfermo, que viene a ser la suma del temperamento y el carácter. El temperamento es una condición genética, bastante estable desde la niñez, mientras que el carácter se adquiere con las experiencias que jalonan la existencia de cada cual. A lo largo de su vida el individuo va adquiriendo recursos psicológicos para afrontar los problemas que se le presentan, para encontrar soluciones adaptadas al entorno social en el que vive o para adaptarse a los cambios que no puede controlar. Según las capacidades que adquiere, nos encontramos con diferentes personalidades:

• Hay personas con una personalidad cálida, que son apasionadas, voluntariosas, extrovertidas, aficionadas al cambio y propensas al buen humor. A lo largo de la vida han tallado su carácter aplicando inteligencia y esfuerzo para resolver la mayoría de los problemas que se les han planteado, disfrutando mientras lo hacían y se han adaptado sin rencor a las circunstancias, cuando no los han podido resolver.

• Otras personas son más templadas en cuanto a afectos y deseos y más reservadas en sus manifestaciones. Prefieren hacer las cosas sin aventurarse en futuros inciertos y ponen su atención en seguir la dirección marcada por las costumbres de los grupos sociales con los que se sienten identificados. Dan más valor al presente y dedican su esfuerzo e inteligencia a asegurar lo que realmente tienen, en lugar de aventurarse en un futuro que predicen incierto. Contemplan los cambios con desconfianza y pesimismo, fruto de haber pasado por experiencias anteriores poco satisfactorias, que no han olvidado y no desean revivir.

• Y entre las personalidades llenas de positividad y las cargadas de negatividad, están todas las combinaciones posibles. No es de extrañar, por tanto, que haya enfermos diferentes en sus comportamientos durante las fases por las que pase el Alzheimer y una persona suspicaz sea más propensa a decir que le han robado algo cuando no encuentra lo que busca porque ha olvidado dónde lo puso.

• Las personas reservadas con marcada ansiedad y tendencia a la depresión son más propensas a padecer deterioro cognitivo y Alzheimer que aquellas otras con personalidad extravertida y tendencia espontánea a la amabilidad.

II. Las enfermedades asociadas de que es portador el paciente con Alzheimer:

• La enfermedad cerebrovascular es la que más acelera la demencia y causa mayor dependencia física a los pacientes que sufren Alzheimer. Se distingue porque da ictus isquémicos agudos (lesión de un territorio cerebral por oclusión del vaso que lo irriga) o hemorrágicos (sangrado intracerebral por ruptura de la pared de un vaso), en ambos casos con parálisis (hemiplejía o debilidad de la mitad del cuerpo), además de otros déficits o formas más crónicas de isquemia (falta de riego) con desequilibrio, trastorno de la marcha y propensión a las caídas. Pero las complicaciones cerebrovasculares son el fruto envenenado de otras condiciones que ocurren mucho antes y no fueron tratadas adecuadamente, como son: hipertensión arterial, diabetes, hipercolesterinemia, cardiopatía (arritmia completa por fibrilación auricular, angina de pecho e infarto de miocardio), obesidad y roncopatía con apneas obstructivas durante el sueño.

• La enfermedad mental previa, especialmente la depresión crónica. Si los pacientes cuidan los factores de riesgo vascular y reciben adecuado tratamiento para la depresión, los trastornos mentales y motores que padecerán serán menores, y la enfermedad de Alzheimer tendrá una progresión mucho más lenta.

• Junto a las enfermedades están los hábitos dañinos para el cerebro: alcoholismo, tabaquismo o uno que se ha hecho muy frecuente para corregir los trastornos del sueño, que es la toma habitual de benzodiacepinas (un hipnótico muy común).

III. Edad y condiciones desfavorables:

• La edad muy avanzada y el aislamiento social por viudedad o falta de familia son factores de riesgo para Alzheimer, pero no impiden practicar unos cuidados apropiados a los enfermos en el medio familiar o en una residencia geriátrica. En cambio, el curso de la enfermedad es mucho más tormentoso cuando esta se adquiere en edades tempranas. El bajo nivel cultural y económico son indudables factores de riesgo y casi siempre influencian de forma desfavorable la evolución y los cuidados que se reciben.

2. La evolución de la enfermedad también depende de la variedad del proceso. El Alzheimer cursa de forma diferente según las áreas cerebrales donde se haya iniciado el proceso:

I. La forma clásica de Alzheimer empieza en el hipocampo y la corteza de la parte media e interna del lóbulo temporal, con pérdida de memoria que progresa añadiéndose alteraciones del lenguaje, de las funciones ejecutivas y de las funciones visuoespaciales. No es infrecuente que algunos pacientes tempranamente refieran pérdida de olfato (hiposmia), al afectarse las neuronas de ese sistema. El proceso sigue, en todos los casos, un patrón progresivo de deterioro de las capacidades cognitivas y funcionales, a lo largo de años, con evolución en tres fases: leve, al inicio, moderada en medio y grave, al final.

II. Las formas atípicas, empiezan en áreas cerebrales distintas y con síntomas relacionados con la localización de las lesiones y la atrofia.

Así se han descrito:

• La variante de Alzheimer frontal, en la que los pacientes presentan precozmente alteraciones de conducta, cambios de personalidad y alteración en las funciones ejecutivas.

• La atrofia cortical posterior se localiza en regiones parietoccipitales y da lugar a la variante visual, que se inicia con agnosias visuales (fallan en el reconocimiento de caras, objetos y lugares conocidos).

• La variante afásica se caracteriza por dificultad progresiva para la expresión del lenguaje.