La enfermedad de Alzheimer corresponde a un proceso médico complejo que implica anormalidades en diferentes áreas biológicas del organismo que en gran medida están condicionadas por procesos genéticos y medioambientales. A pesar de la intensa investigación y los avances científicos de las últimas décadas, los mecanismos que desencadenan estas anomalías aún no se comprenden plenamente y, en consecuencia, hasta el momento actual no se ha desarrollado un tratamiento efectivo.
Las directrices actuales de la mayoría de los organismos oficiales de investigación médica y de la salud, tanto en nuestro país como a nivel internacional, hacen hincapié en la necesidad de realizar el diagnóstico temprano de la enfermedad y de que debemos acostumbrarnos a convivir con ella, volcando el interés en retrasar o preservar el deterioro funcional, interviniendo a nivel sintomático con personal capacitado. De este modo, la persona enferma recibe el cuidado preciso en cada momento de la evolución de la enfermedad, realizando el tratamiento lo mas precozmente que sea posible, tanto en lo que se refiere a la rehabilitación cognitiva como al tratamiento farmacológico, y siempre sin descuidar la formación y el apoyo a las familias y los cuidadores que les proporcionen la atención.